El jardín, una etapa por donde pasamos todos, en el que los
peinados más hermosos no existían al terminar la jornada, donde todos los niños
eran súper héroes y no faltaba el niño que se
creía súper villano, las niñas con su barita mágica transformaban
el jardín en un palacio, como todas unas princesas; una etapa de solo fantasía
como las películas de Disney Channel.
El jardín donde yo asistí se llamaba ternuras
Disney landia y como no se iba a llamar así, si todas las tarde antes
de que llegaran nuestros padres nos ponían a ver películas de Disney Channel,
haciendo que cada vez más creyéramos que existían los príncipes azules y que
algún día llegaría a rescatarnos de una malvada bruja.
Después de unas largas vacaciones con mis papas,
deseaba entrar al jardín, verme con mis amiguitas y contarnos como nos había
ido. Ansiosa de entrar mi mama me llevo hasta el jardín, al ver que mi mama se
tenia que ir me puse a llorar, por que no quería que mi mama se fuera, es mi
mejor amiga y no quería que me dejara sola. Después de varios minutos de llorar
y de abrazarla como si se fuera para siempre, la profesora Cristina quien me
conocía desde los 2 años, me dio una gran chocolatina pero a cambio tenia que
entrar, admirada por tremenda chocolatina entre, pero cuando me iba a despedir
de mi mama, ya no estaba.
Entre y vi a mis amigas, emocionada las abrace y
empecé a jugar con ellas a las princesas; toda la mañana estuve en clase, en el
que mis actividades era colorear la letra A sin salirme de las líneas, después
para matemáticas colorear y hacer planas de números del 1 al 5, una jornada muy
pesada; llegaba el descanso y aunque quería descansar me ponía a correr jugando
las cogidas y de paso jugar al papa y la mama, un juego que la mayoría de los
chicos no jugaba pero había una excepción, Juan Camilo un chico que le gustaba
pero des afortunadamente a mi no. Jugaba con mis muñecas y
después me iba sin despedirme, era muy mala con los niños en esa época.
Ya faltando unas cuantas horas para terminar la
jornada, nos ponían a dormir en colchonetas con música muy suave, después de
una hora nos ponían a ver La Bella y la bestia o blanca
nieves, películas hermosas en verdad.
Llegaba mi mama y así culminaba mi día en el
jardín. Un poco cansada pero con ganas de volver al siguiente día.
Pasaron
unos cuantos años y paso al bachillerato; una palabra que describiría el
bachillerato seria recocha, desde sexto
con mi grupo de amigas pensábamos en ser las mejores del salón y algún día
estar en un cuadro de honor cerca a la rectoría en el que mostraban a los
mejores estudiantes, pero no del periodo si no del año, desde 1994, cuando se
fundo el colegio, solo había 5 estudiantes con su placa y foto, era un sueño
estar hay, que una placa tenga tu nombre y diga la mejor estudiante del 2012. Cada año conocía a más personas y siempre
trataba de hablar con todos aunque tuviera mi grupo; en sexto, séptimo y octavo
cada celebración o fecha especial cerrábamos la puerta del salón, poníamos papeles
en las ventanas y poníamos música, e invitábamos a los otros cursos, puedo
decir que nos ganamos uno que otro regaño pero era lo mejor, alcanzamos a tener
el apodo del curso mas rumbero. Decimo fue el mejor año, hablar con todos los del salón, éramos una
familia, y como no, si nos conocíamos algunos desde sexto, nos caracterizamos
por ser el salón mas unido y recochero, en mi salón había de todo, el sabe lo todo, la que se
cree divina, los deportivos, el sapo, el desesperado, el copión, los enamorados
que parecían chicles, el payaso, el torpe, el infantil, el que protestaba por
todo y no me puede faltar el dormilón; había de todo pero sin importar como se
comportaban o como eran cuando tocaba trabajar, trabajábamos y cuando era
recocha, ¡padre santo! Éramos los numero uno.
Durante
ese año apoyamos el salón en todas las actividades físicas, en basquetbol,
futbol y voleibol, tanto femenino como masculino, puedo decir que siempre
quedábamos en los 3 primeros lugares, el de basquetbol lo ganamos contra once y
como ya estaban próximos a irse al ganar le gritamos desde la otra cancha “toma tu despedida, once”.
Son muchas anécdotas que puedo contar, pero lo mas
importante para mi, fueron las personas que conocí, que me marcaron en el
trayecto que estuve allí; puedo decir que cada uno me aporto un pequeño valor
para ser lo que ahora soy, que me ayuda a seguir adelante. Y no puedo terminar
sin decir que espero de todo corazón que cada uno les vaya muy pero muy bien en
su vida, que Dios lo guarde mucho y les conceda las peticiones del corazón, de corazón
les deseo lo mejor.
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